Será cuestión de matices, pero todavía soy de los que prefiero la sinceridad antes que la mentira y antepongo las razones que tenga que decirme el que va con la verdad por delante que todas las excusas juntas, soy un sentimental, a las que tardo medio segundo en mandar de la mano a tomar por el culo. Ayer era un día para lo primero. Se jodió pero bien, está claro. Salimos dormidos. Nos dejamos empatar dos veces. La tarde estaba para otras cosas, una botellina de sidra en Tiñana y una siesta. Tanto insistió durante la semana Preciado en la necesidad de la victoria y en eso de la mentalización del equipo que pasó lo que suele pasar en casos como éstos, donde la concentración suele olvidarse por el camino y las penalidades terminan pareciéndose sospechosamente a anteriores episodios parecidos. Mala cosa hablar de actitud cuando se llega a un domingo con la permanencia a un partido. No se me ocurre mejor manera de motivar a un jugador que la posibilidad de conseguir en noventa minutos un objetivo para el que se lleva luchando desde el verano. Dejémoslo estar. Me vale la caraja como repuesta. Son unos vagos y unos insensatos. Pero lo que no me cabe en la cabeza es que tengamos un entrenador que no tenga la decencia de llamar a las cosas por su nombre y seguir con el papel cuando la obra, y eso que los actores están todos cenando, ya hace tiempo que está terminada. Que el Xerez está en una linea estupenda y que el equipo lo dio todo, dice el tío en la rueda de prensa. Estamos apañados. No sólo leemos mal los partidos. Ahora ya somos también incapaces de percibir con sensatez la realidad. Esa que vimos todos, un equipo desganado al que por lo visto no le habían quedado las cosas suficientemente claras. De tomarnos a todos por tontos. O, simplemente, de mentir.
lunes, 5 de abril de 2010
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