Parecía difícil, pero ahí lo tenemos. Con seis jornadas por delante y el descenso a ocho puntos, que como ha quedado demostrado es para este equipo un suspiro brevisimo, casi inapreciable, su especialidad, esa de suspirar hasta que se consume toda la mecha y entonces se mira hacia los lados buscando responsables. No apuestes contra ellos. No busques apelaciones recurrentes, la del sentido común o las matemáticas en el deporte. Si lo hemos hecho una vez, que nadie se equivoque, podemos repetirlo.
Hace meses que ya nadie sabe a que juega este equipo. No es futbol lo que practica el Sporting, que presiona a diez metros del area y regala el balón al rival, busca el juego directo como si el acierto de su delantera fuera incontestable y desprecia el término medio, esto no es nuevo, jugando con dos centrocampistas a los que impide participar en el juego e insistiendo en el despropósito cuando las cosas, mucho tiempo desde el último partido en el que se ganó con argumentos, ya no funcionan. Puro despropósito el nuestro. Quien compita como rival es lo mismo. No es casualidad que los dos últimos clasificados lleguen a Gijón con una racha ascendente y parezcan temibles. Que están en primera por méritos propios, oigo decir. Contendientes muy duros. Todo mentira.
El partido de ayer podía haber quedado sentenciado mucho antes, si el Tenerife hubiera aprovechado los dos primeros regalos de la primera parte. Otro delantero temible este Nino, que desperdició dos ocasiones clarísimas delante de Juan Pablo. No me vale la excusa como justificación, decir que éste ha sido el peor partido. Yo he visto algunos igual de malos. He asistido impávido a las lamentaciones y a las enmiendas que hace justo un año se proponían evitar los apuros de la temporada pasada. Ya lo veo. Quería Preciado aparecer extenuado en las fotos, agarrado a Quini, con la camisa desabrochada, agradeciendo a la providencia el milagro. Pues nada, ya queda menos.
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