domingo, 11 de abril de 2010

NO CORRO. LUEGO EXISTO.
Cuando Preciado amenaza con concentración durante la semana y persiste machaconamente en el intento por recordarlo, échate a temblar, salen partidos de esos como el del Xerez, plenos de garra, en los que se duerme una hora y se trata de optimizar el resto del tiempo, a ver si hay suerte y la siesta pasa desapercibida. No hay una regla exacta, pero esta temporada ya van media docena de éstos. Se viaja sin presión y se recuerda a los ausentes como si hubieran muerto. El Sporting tiene una plantilla muy corta, de acuerdo. Se nos lesiona el lateral derecho y ponemos velas. Si descansa Rivera o Botía sufre una lesión nos relamemos con cualquier resultado negativo antes de empezar y que no se hable más, no perdamos más tiempo para el próximo, que entonces, dice Preciado, si que tenemos que llegar bien concentrados.

Como un bucle macabro. Esto es la temporada del Sporting desde el mes de diciembre. No corro por no cansar. Y no me canso no vaya a ser que algún día tenga que ponerme a correr y no tenga fuerzas. La ocasión más clara la tuvo Luis Morán, que controló con la espinilla, es un decir, un centro medido de Diego Castro que le hubiera dejado con la ventaja suficiente para poder llevar a la portería contraria algo de peligro. La de Diego López, vaya. Y no mucho. El resto del tiempo, ni dos pases seguidos. Ni una carrera de más. Hemos llegado a ese punto en el que nos creemos tan buenos que pensamos equivocadamente que cualquier solución depende de nosotros mismos y que el Tenerife, Valladolid o el que sea que nos responda sobre el campo están al corriente de lo nuestro y son figurantes en este rollo en el que apenas van a atreverse a crear problemas.

Y seguimos confundiendo la ambición con la tenacidad y la chulería con el orgullo. E insistimos en los errores, eso sí se nos da bien, de hacernos la picha un lío y pensar que terminar con 41 puntos es puro vicio, de una osadia imperdonable.

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