miércoles, 28 de julio de 2010

A SEPTIEMBRE.
Delanteros.
No hay números para explicar esta historia. Lo fácil sería mandarlos a todos a septiembre. A recuperar curso. Metes a los delanteros del Sporting en la estadística con los otros de Primera y los promedios dicen que los nuestros apenas marcan un gol cada dos días. Que corren como ninguno. Pero que lo de ver puerta, nada de nada. No han sido los mejores, está claro. Echabas de menos a uno cuando tenías al otro jugando. Y al revés. Total, que nunca estabas a gusto con el que fuera. Los dos (Bilic y Barral, 4) se pasaron la temporada esperando la inspiración y desesperando al personal. La ayuda tuvo que venir de los mediapuntas. De los que se acercan de vez en cuando al area. De Maldonado (2) ya se han escrito enciclopedias. Luis Morán (5) recibió una confianza excesiva, alternando momentos buenos con otros impropios de un titular que sale a jugarse el puesto, reservón y con falta de nervio. Y Carmelo (4,5) no fue, por descontado, el de la temporada anterior. La excusa de que se había roto un nervio en pretemporada duró dos meses. El partido contra el Getafe le puso al nivel de los anteriores, de cara a la pared.

Y por último nos queda De las Cuevas (6,5). La verdad es que sus primeros partidos fueron descorazonadores. Dónde estaba el tío aquél al que todos habíamos visto hacer maravillas en los videos de youtube. Marcó dos goles al Mallorca cuando la grada pedía su cambio. Y se ganó luego un rédito que no devolvió hasta que llegó la primavera y comenzó a sentirse mejor, a aguantar las tarascadas y a correr en las segundas partes. El bajón físico del grupo en los últimos partidos, por si fuera poco, le hizo otro favor.

jueves, 1 de julio de 2010

PROHIBIDO TOCAR.
No me acuerdo de lo que hice ayer. Y en cambio no me olvido de lo que me hicieron pasar hace unos meses. Lo bueno. Los pases al hueco, la presión en tres cuartos, la anticipación. Las pifias y los disparos al aire. Eso también. En algunos momentos de la temporada el centro del campo del Sporting jugaba raro, tira a ver si me pegas, decían por allí, como algo parecido a eso del balón-prisionero. Se trataba de no rascar bola, interferir en el juego lo menos posible y que los pitos y los aplausos se los llevaran otros. Ni se siente ni traspasa.

El centro del campo.
Rivera.
Un temporadón. La gente pidió su internacionalidad. Nos dolían las palmas al terminar los partidos. Su bajón físico coincidió en el tiempo con el de todos y su responsabilidad aglutino innecesariamente más errores de los que el tío se merecía. Corrió lo que sus cuatro acompañantes caminaron en el doble de tiempo. Y casi siempre, con sentido. El mejor, claro (8).

Diego Castro.
Sin término medio. Se le perdonan sus tardes a la sombra por esas otras de gloria, en las que nos regaló catorce puntos. Casi nada, vaya. Sus problemas comenzaron cuando se le pidió ayudar en ataque, frenar la banda rival y colaborar en la organización del juego y echar una mano en la lavandería. Acabó fundido (como todos) y con síntomas incipientes del pelígroso síndrome de nueva estrella. (7)

Michel.
Ya está casi todo dicho. Jugó bien tres partidos y medio. Eso sí, muy buenos. Le traspasaron por 3 millones y pico y a las dos semanas, no hizo falta mucho para darse cuenta, entre todos (y cuando digo todos, es que fuimos eso, todos) le hicimos santo. La peña viajaba de peregrinación a Birminghan y algunos se dejaban tocar la cabeza y le pedían al oido, o sentados en su regazo, deseos imposibles. (6,5)

Matabuena.
Un desastre. Se dejó las medidas del campo olvidadas en la pretemporada. Una maquina de imprecisión. (3)

Camacho.
Juro que a este tío le vi jugar el año pasado de puta madre varias veces. Perdió los nervios bastantes veces. La gente, es la verdad, la tomó con él. Otro que tuvo partidos muy malos. Apenas cogió el ritmo al terminar la temporada. Pedía minutos, un lujo en esta situación. Pero no dio el nivel cuando hizo falta porque ni su actitud ni su juego se acomodaron nunca a lo que se le pedía y no pudo, por lo que fuera, ofrecer. (4)

Lola.
Inédito. Lo tenía todo para despuntar. Cuando llegó a Gijón, ya no era el hueco de Michel el que tenía que cubrir. Eran Matabuena, Camacho y Portilla los que demandaban la suplencia. Le recuerdo dos robos en la primera parte contra Osasuna. Nos conformábamos con poco. Saca la calculadora y mira a ver a cuánto sale cada uno. (3)

Portilla.
Participó del sainete en Almería. Mostró buenas maneras contra el Barca (ese partido en el que lo de dejarse la piel es lo menos que se le puede pedir a un chaval que empieza y a la vez, mira qué suerte, a tododios le parece suficiente). Y ofreció contra el Valencia un buen complemento a Rivera, cerrando huecos y dando apoyos cortos en la salida del balón. Margen esperanzado de mejora. (5)

Pedro.
No tuvo continuidad ni presencia ni reclamó protagonismo ni nada de nada de nada. Lo vimos a los dos partidos. Su papel era otro. Parecía estudiado. El de blanco fácil sobre el que practicar a gusto el tiro al muñeco. (3)