lunes, 20 de diciembre de 2010

ESOS ABRAZOS ROTOS.
De esto se trataba. De convertir cada partido en una tragedia y de montarla bien gorda. No se podía escoger un camino más sencillo porque hubiera sido (lo hubiera dicho él en alguna rueda de prensa, seguro) traicionarse a uno mismo. Me vienen a cabeza lo del ultimatum o el plebiscito. Y en ésas nos movemos. Retrasar la decisión del consejo importa una mierda. Posiblemente porque su decisión no es la solución a nada sino una consecuencia. De donde hemos terminado. Y nadie espera que Pepín vaya a sacarnos de ésta o que los refuerzos de invierno sea los que se cascó el año pasado el Zaragoza. Hablan de regalar a José Angel y reforzar, doble salto mortal, a un rival directo. El sábado se preparó cuidadosamente la manera de dar ventaja al Deportivo. Media hora sin el balón y una cagada de Juan Pablo obligaron a remar todo el partido y a que la última media hora se recuperaran el dramatismo de Valladolid, a por ellos, y cosas por el estilo. El abrazo final está muy bien. Significa que Diego Castro comulga con el entrenador. Habrá que esperar a que vayan afinando la puntería todos los demás y los goles no lleguen demasiado tarde.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

LA PENA O LA NADA.
Hay que hacer un esfuerzo enorme para no imaginarse al Levante luchando por evitar el descenso. Por llegar a la última jornada con posibilidades. Un equipo muy malo, de verdad. De esos que da coraje ver jugar. Y que además tiene un entrenador de la nueva escuela, un tío muy joven, cuyas declaraciones, como a tantos otros presos del mismo problema, le retratan como un profesional del asunto, como tantos, al que tampoco le gusta hablar mal al finalizar los partidos de los arbitros. Pues eso, que muy malos. Xavi Torres y Xisco Nadal repartiendo y Ruben y Caicedo, a verlas venir, como los perros que en las cacerías se matan persiguendo la liebre. La segunda parte de la ecuación, despejada la equis, está muy clara. Lo que nos queda a nosotros, incapaces de superar a este ejercito de zapadores, habla de un camino duro. Para echarse a temblar. En la primera parte conté media docena desmarques. De las Cuevas y Sangoy siguen desaparecidos. La gente pedía centrocampista y todos nos enteramos de que estabamos jugando con cinco por la megafonía del campo pero no por el sistema o la presencia en el juego, que durante cuarenta y cinco minutos evidenciaron lo contrario. Luego vinó el arreón y los golpes de efecto de las historias que siempre se resuelven de esta forma. La mala suerte, el fallo defensivo y el gol inesperado y la épica inconclusa.

La gente esperaba la reacción o el desguace. Nadie estaba preparado el domingo para la alternativa que entonces nos propusieron las circunstancias. Nadie habla ya de ganar. Salíamos del campo con cara de tontos. Como si nos estuvieramos preparando para comenzar a perder lentamente, canta Nacho Vegas, entre la pena y la nada, escogí el dolor.

viernes, 10 de diciembre de 2010

AL FINAL DE LA ESCAPADA.
Al final, como todos. Mucho alardear la diferencia y terminamos reduciendo el asunto a lo que torpemente hacen los demás. Porque si la cuestión era poner a prueba a Preciado y someter al jurado popular su labor no hacía falta tampoco llegar hasta aquí. Un entrenador apenas renovado hace un año. Digo yo. Con el crédito a tope y unas ganas de comerse el campo que ni los bufalos, como acostumbra a decir. Hay que ganar al Levante para apartar (aunque sea momentaneamente las quinielas) y dejar de pensar en el futuro en tiempo condicional para tomar conocimiento directo de lo que hay. A Preciado no hacía falta examinarle ahora. Es injusto, después de todo, que ahora nadie tenga en cuenta el planteamiento en Cornellá o los motivos para el optimismo que generó el equipo durante una hora y que el puesto de este tío dependa de un partido, tanto hablar de proyectos a largo plazo, testimonios emotivos de gratitud eterna y gaitas varias. Me he hartado a criticar sus (no) sistemas y su conservadurismo. Pero ahora hay que apechugar con lo que hay y dejar de soñar con los reyes magos y el me pido a Marcelino. Manolo tendrá que sacarnos de ésta y luego habrá que pensar seriamente en lo que toca. A final de temporada. De una puta vez. Dejarse de imaginarse estatutas y cargos vitalicios y preparar el relevo (por fin) dos años más tarde.