domingo, 21 de marzo de 2010

SOSPECHOSOS HABITUALES.
Otra vez una de errores humanos y de tragedias personales. Vaya por dios. El pobre Paradas, el hombre, ya ves, que lo pasa fatal cada vez que tiene entre manos alguna decisión controvertida y le obligan a tomar partido. Y otra vez la necesidad de precisar semánticamente la diferencia entre cada cosa y discernir lo que es de lo que no, a estas alturas, como si uno no hubiera visto más de éstas antes y no supiera cómo funciona o cómo piensa la víctima incomprendida que tiene que estar bien colocada, llegar a tiempo y encima, y por cuatro putos duros, asumir el riesgo de mojarse cuando no ha visto nada en apenas unas décimas de segundo. Y en medio de todo esto, Paradas Romero. Concederle el beneficio de la duda a una decisión suya tiene una explicación ilógica que solo pueden venir avalada por el cachondeo o el desprecio. Cualquier busqueda predictiva tiende a establecer una secuencia de conceptos, donde los robos arbitrales y Paradas son desde hace semanas tan inseparables como el chocolate y los niños o la mierda y las moscas. Paradas no inventó los errores arbitrales, que existían antes incluso de que el malagueño se vistiera un día de corto, pero si los robos tuvieran presencia humana no se diferenciarían demasiado del tío que ha hecho del robo clamoroso un hábito y del no lo vi porque estaba tapado una virtud. Es Paradas una víctima? Acaso sus moradas recuerdan los episodios místicos de un santo? Tuvo la culpa la defensa del Sporting de colocarse delante suyo para restarle precisión? Auncian por la radio una jugada polémica y dicen que favorece a un grande. Busquen entre los sospechosos habituales y encuéntrenlo.

Por lo demás, el planteamiento de Preciado fue el correcto. El Sporting recuperó la defensa titular y su seriedad recordó la de primeros de temporada. Parecían olvidadas las virtudes que hicieron de este equipo uno de los menos goleados, empeñado en progresar en dirección contraria al sentido común que en días como el de ayer le invita a no hacer el chorras, dejarse de tutear al rival de turno y guardarse esa chulería para cuando toque. Las tonterías llegaron cuando el partido estaba ya decidido y el precio de los errores ya no era el mismo. Los que se cometieron hasta entonces procedían casi todos del mismo y eran inevitables.

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