lunes, 29 de marzo de 2010

ELOGIO AL CEROCERISMO.
Se añoraban los empates cuando se perdía por sistema y ahora que se ha conseguido lo más difícil, trabar los partidos hasta el bostezo y aburrir al personal a pelotazos largos y juego aereo tengo la sensación que lo que nos jode es precisamente eso, habernos convertido en uno más que comparte con la mayoría esas cualidades ahora que, por fin, parece que ya las tenemos. En la época de Novoa en los ochenta los empates caían como churros. Costaba un guebo meter un gol a aquél equipo. No hubiera sido justo, es verdad, someter a prueba a la defensa del año pasado ni preguntarse qué hubiera pasado si con menos osadia y un poco más de conformismo nos hubieramos tomado entonces la segunda vuelta con más calma. Posiblemente se hubiera palmado. Casi seguro. Pero este año tenemos dos tíos en el centro de la defensa que la rompen, un portero de garantías y un medio-centro que corre por tres, o sea, los mimbres justos para armar un bostezo de campeonato en casi cualquier campo y aparcar esa valentía para los días en los que el viento sople justo desde el sentido contrario.

Ayer se jugó bastante mal. El Sporting ha renunciado a disputar los partidos en el centro del campo y ha convertido las combinaciones entre dos o más jugadores en preciosismos innecesarios. Se defendió con orden y se dosificaron los esfuerzos. Bastante menos que lo que hace el Barca de Guardiola o hace años el Milan de Sacchi. Pero bastante más que la mayoría y suficiente para sacar las cuentas que dicen que así, punto a punto, dame alguno más de éstos, seguiremos en primera.

jueves, 25 de marzo de 2010

UN DÍA EN URGENCIAS.
Bajaba del Hospital con un oido en la conversación de mi madre y otro en la radio. Tengo en la UVI a mi padre, a quien han cambiado media docena de válvulas. No sé si la culpa es de Preciado. Pero ayuda. Me preguntaba al día siguiente cuando le dije el resultado, medio consciente, sedado todavía por los efectos de los calmantes, si el primer gol lo había marcado Barral, la esperanza es lo último que se pierde, y que cómo habían jugado. Los dos cabeceamos y nos reimos. Yo me acordaba de Lotina, delirando en la banda, agarrado por Quini, seguro de que todo aquéllo tenía un nombre muy feo y de que a su equipo le habían robado en Gijón. Tres fueras de juego, un par de goles anulados. El agua de la ducha estaba fría de cojones. Lo decía tan convencido que parecía verdad. La gente se estremecía. Y Lotina no es de los que mienten. Nadie se imagina a Lotina mintiendo. Un tío de confesión y semana santa. Pero todos sabemos que la derrota convierte en un enfermo potencial al tío más tranquilo, a quien hay que poner unas camisas de fuerza o procurarle un bozal, si el hombre, como en este caso, no es peligroso pero pierde completamente el equilibrio y tiene la posibilidad de expresarse en público y llenar páginas de periódicos alimentando la rabieta infundada y prolongando interesadamente el consuelo. Hacía tanto tiempo que ningún equipo nos acusaba de embarque que aun estoy buscando la reacción para poder asumirlo y devolver agradecido los halagos. Ya somos un grande. El año que viene, más.

domingo, 21 de marzo de 2010

SOSPECHOSOS HABITUALES.
Otra vez una de errores humanos y de tragedias personales. Vaya por dios. El pobre Paradas, el hombre, ya ves, que lo pasa fatal cada vez que tiene entre manos alguna decisión controvertida y le obligan a tomar partido. Y otra vez la necesidad de precisar semánticamente la diferencia entre cada cosa y discernir lo que es de lo que no, a estas alturas, como si uno no hubiera visto más de éstas antes y no supiera cómo funciona o cómo piensa la víctima incomprendida que tiene que estar bien colocada, llegar a tiempo y encima, y por cuatro putos duros, asumir el riesgo de mojarse cuando no ha visto nada en apenas unas décimas de segundo. Y en medio de todo esto, Paradas Romero. Concederle el beneficio de la duda a una decisión suya tiene una explicación ilógica que solo pueden venir avalada por el cachondeo o el desprecio. Cualquier busqueda predictiva tiende a establecer una secuencia de conceptos, donde los robos arbitrales y Paradas son desde hace semanas tan inseparables como el chocolate y los niños o la mierda y las moscas. Paradas no inventó los errores arbitrales, que existían antes incluso de que el malagueño se vistiera un día de corto, pero si los robos tuvieran presencia humana no se diferenciarían demasiado del tío que ha hecho del robo clamoroso un hábito y del no lo vi porque estaba tapado una virtud. Es Paradas una víctima? Acaso sus moradas recuerdan los episodios místicos de un santo? Tuvo la culpa la defensa del Sporting de colocarse delante suyo para restarle precisión? Auncian por la radio una jugada polémica y dicen que favorece a un grande. Busquen entre los sospechosos habituales y encuéntrenlo.

Por lo demás, el planteamiento de Preciado fue el correcto. El Sporting recuperó la defensa titular y su seriedad recordó la de primeros de temporada. Parecían olvidadas las virtudes que hicieron de este equipo uno de los menos goleados, empeñado en progresar en dirección contraria al sentido común que en días como el de ayer le invita a no hacer el chorras, dejarse de tutear al rival de turno y guardarse esa chulería para cuando toque. Las tonterías llegaron cuando el partido estaba ya decidido y el precio de los errores ya no era el mismo. Los que se cometieron hasta entonces procedían casi todos del mismo y eran inevitables.