Te adelantas en el marcador a los tres minutos de partido y te tiemblan las piernas. Tenía a una familia de San Sebastián a la derecha que agachaban la cabeza preocupados. Me apetecía consolarlos y llamarles a la reflexión. Un segundo, hombre. Aquello estaba claro que no iba a terminar así. Lo sabe el último de los que trabajan en los tornos. Hay un problema cuando nos ponemos con el marcador en contra. Tenemos uno muy gordo cuando nos adelantamos. A los tres minutos o a los cincuenta y cinco. No hace falta teorizar demasiado sobre el asunto para pensar que el problema no es culpa de la coyuntura del momento o que tiene que ver más con otras cosas. Griezman y Xabi Prieto, por ejemplo, no estaban la semana pasada. La cuestión consistiría en encontrar lugares comunes, de esos que se repiten, para buscarles freno. Lo de los despistes defensivos ofende al sentido común. Un defensa con problemas de concentración puede ser muchas cosas en la vida, pero no un defensa. Un síntoma extendido entre varios que de repente también lo manifiestan invita a pensar en la epidemia y el contagio. Antes era uno. Ahora parece que son todos los que la pifian de la misma forma.
Y no se trata de echar de menos a Diego Castro. Había miles de razones para pensar, ahora que ha pasado, que el planteamiento inicial no invitaba al optimismo. Será por antecedentes. Eso del juego directo está muy bien si en el area tienes dos depredadores. Bilic y Sangoy se hartaron a correr todo el partido como pollos sin cabeza. Pero enfrentarse a una defensa de cinco sin un enganche y con estos dos dibuja un escenario impresionista, de trazo grueso, donde el que manda no es el que más calidad tiene sino el que se coloca mejor. Total, una fiesta. La defensa, hecha un flan. Y el juego de ataque en manos de los defensas, Lora colgándola desde la veintidós y Botia abriendo el campo con la espinilla buscando la devolución de Gregory. Preciado acertó con la salida de Sergio Alvarez, es verdad. Tuvo que pasar más de una hora.
Y entre medias, el arbitraje de Paradas Romero. Que dicen que señalizó doscientas faltas y estuvo a tono con un partido hecho a su medida, estará contento.
Y no se trata de echar de menos a Diego Castro. Había miles de razones para pensar, ahora que ha pasado, que el planteamiento inicial no invitaba al optimismo. Será por antecedentes. Eso del juego directo está muy bien si en el area tienes dos depredadores. Bilic y Sangoy se hartaron a correr todo el partido como pollos sin cabeza. Pero enfrentarse a una defensa de cinco sin un enganche y con estos dos dibuja un escenario impresionista, de trazo grueso, donde el que manda no es el que más calidad tiene sino el que se coloca mejor. Total, una fiesta. La defensa, hecha un flan. Y el juego de ataque en manos de los defensas, Lora colgándola desde la veintidós y Botia abriendo el campo con la espinilla buscando la devolución de Gregory. Preciado acertó con la salida de Sergio Alvarez, es verdad. Tuvo que pasar más de una hora.
Y entre medias, el arbitraje de Paradas Romero. Que dicen que señalizó doscientas faltas y estuvo a tono con un partido hecho a su medida, estará contento.