sábado, 18 de septiembre de 2010

EL ESTADO DE LAS COSAS.
Como una declaración de intenciones, para que nadie se lleve a engaño, apenas ha tardado el Sporting dos partidos en adelantar su programa y mostrar al mundo todo lo que sospechabamos. Que los cambios del verano han sido de chapa. Nada serio. Porque la verdad es que no había nada grave que corregir. Cuatro martillazos en una puerta y la luz de freno. La confianza de Preciado en su sistema le convierte en una especie de martir, que antepone su propio interés a la misión universal para la que a veces parece programado. Y si para ello hace falta jugar sin centro del campo o colocar a Nacho Novo en una banda, pues que lo sepan, que no es culpa suya sino del plan.

Se pedía contundencia defensiva para frenar lo que venía de Bilbao y la verdad es que de eso, justo de eso, hubo muy poco. Como siempre que se desata la euforia y se comienza a evocar las grandes tardes la respuesta inmediata fue de preescolar. Cada balón colgado al area era una invitación al sufrimiento, aunque se colgara desde 40 metros o el que lo centrara jugara sus primeros minutos en primera. No era cuestión de calidad. O de que ayer no estuvieran Diego Camacho o Matabuena acompañando a Rivera. No se acertó con los cambios y cuando Carmelo piso el campo lo hizo para perder tiempo más que para resolver.

Es lo que hay. Posiblemente nos esperen más de éstas. Colsa volverá a Gijón recordando a Beckenbauer y más de una vez nos preguntaremos si el equipo rival tiene un jugador más en el campo o si es cosa del físico, que parece que corren mucho más. Decir que hay tiempo para dar respuestas sería ignorar la historia y olvidarse de lo que aun nos queda por sufrir.

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